Cualquier deportista que busque el alto rendimiento es muy consciente que las variables psicológicas atención y concentración son cruciales. También es igualmente consciente que su inadecuada puesta a punto puede ocasionar bajo rendimiento echando por tierra, con cierta probabilidad, algunos de los objetivos individuales o colectivos previamente establecidos.
Si el lector ha experimentado algún desafío deportivo de cierta presión, altas expectativas y objetivos realmente ambiciosos, probablemente sabrá a lo que me estoy refiriendo.
Existen expresiones habituales minutos, instantes antes o durante la propia competición como:
- “No estoy centrado”
- “En qué estaría pensando”
- “No sé dónde tengo la cabeza”
- “A menudo me despisto pensando en otras cosas”
- “Me cuesta mantener la concentración”
La última y más clara consecuencia de una inadecuada atención y concentración es el error técnico: Una doble falta, un pase incorrectamente ejecutado, un mal posicionamiento, un tiro libre mal lanzado o una marca mal cubierta. Todos estos errores y otros muchos pueden ser consecuencia de no estar correctamente concentrados.
Pero hay mucho más, la baja capacidad atencional provoca excesiva focalización en los estímulos internos y desatención hacia los estímulos externos (“visión de embudo”). Además, provoca fatiga muscular, sensación de agobio, o incluso dolor o molestias.
Pero, ¿Qué hay de las causas? ¿Qué antecedentes rodean a este problema? En un porcentaje considerable, su origen comienza en la fábrica de los pensamientos (los procesos cognitivos), que es la antesala de las respuestas emocionales y fisiológicas que nos dificultan la atención. Ciertas interpretaciones de la realidad activan algunos mecanismos de defensa corporales como el miedo, la ira, la tristeza, e ir acompañados de aceleración del ritmo cardiaco, tensión muscular o sudoración. Todo esto reduce la capacidad atencional.
Como primera solución, diseccionaremos los entresijos de la atención e identificar los diferentes enfoques atencionales existentes. Nuestro cometido consiste en activar cada uno de ellos en función de la demanda de la situación y tratar de repetirlos, practicarlos y entrenarlos. De esta forma, nos enfrentaremos a las diferentes situaciones competitivas con una mejor predisposición atencional.
- Interno-reducido
- Interno amplio
- Externo-reducido
- Externo amplio
También aprenderemos a jerarquizar la competición en los diferentes niveles atencionales (1, 2 y 3). El primero requiere atención máxima, el segundo atención media y el último atención moderada. Teniendo en cuenta que la capacidad de atención y concentración del ser humano es limitada, las dosificaremos en los niveles 2 y 3 (atención media y moderada) para poder exprimirlas al máximo en el nivel 1 (atención máxima).
Además, vamos a identificar los diferentes estímulos externos existentes en el terreno, la pista, el pabellón o la carrera para jerarquizamos en función de la influencia que tienen para conseguir nuestros objetivos. Por ejemplo, durante un encuentro de baloncesto la importancia jerárquica de los estímulos externas será:
- El balón
- Las canastas
- Los compañeros de equipo
- Los rivales
- Las medidas de la pista
- El entrenador
- El árbitro
- Los estímulos ambientales (ruido ambiental, grada, temperatura, olores, etc)
Hagamos el esfuerzo de imaginarnos una televisión antigua con sus antenas y su cajón enorme en la parte trasera, pues bien el cerebro es algo similar. Nuestros ojos y orejas son las antenas de esa televisión por dónde entran los estímulos sonoros y visuales en forma de imágenes. La pantalla muestra hacia qué canales se dirige nuestra capacidad atencional.
Nuestra televisión va a ser capaz de mostrar dos canales como máximo al mismo tiempo. Uno va a ser el balón, estímulo más importante, y el segundo canal dependerá de la situación de partido (rivales, compañeras, porterías, dimensiones del terreno, entrenador, etc).
A menudo, también pueden aparecer preocupaciones por asuntos externos al desafío deportivo que merman facultades atencionales. Controlar y dominar esos pensamientos interferentes nos ayudará a “centrarnos en el aquí y el ahora”. Auto-observarnos, percatarnos del comienzo de un periodo de desatención y generar auto-diálogos para contrarrestar la aparición de esos pensamientos negativos son los primeros pasos.
“Recrearnos en el error” también limita nuestras habilidades atencionales. Si damos vueltas y vueltas al error que acabamos de cometer durante algunos segundos o incluso minutos, desperdiciamos un tiempo precioso y nos perdemos situaciones clave de partido. Incluso es bastante probable que cometamos más errores.